Si algo nos permite comprender el carácter de una persona, es su forma de ordenar el lugar que habita. En cada lienzo de Mariona Espinet, artista afincada en Barcelona, se invita al espectador a descubrir lo que significa construir el hogar. Espinet siempre se ha relacionado profesionalmente con el diseño arquitectónico, ahondando en la capacidad de crear espacios que devienen casas. La pintura le permitió empezar a investigar la parte intangible de la arquitectura, que tiene que ver con la emoción que despiertan las formas, los volúmenes y los colores.

La artista pone de manifiesto que la pintura abstracta, igual que lo hace la arquitectura, nos habla de superficies que interactúan entre sí, formando una representación del espacio a través de la perspectiva óptica. Pero mientras que el arquitecto o el diseñador proyectan perspectivas in situ, la pintura puede escapar de esas limitaciones materiales. Una casa siempre se encuentra en un plano contingente, lo que restringe la capacidad de canalizar emociones concretas. El arte, en cambio, nos permite abrir nuevas posibilidades que sobrepasan las del mundo físico. Puede desplegar o condensar los elementos formales que el artista desee, generando espacios radicalmente armónicos.

La artista establece un amplio abanico de formas y colores que funcionan a modo de vocabulario en su cuidado lenguaje pictórico. Su tarea como pintora, pues, trata de conocer a la perfección los modos de combinar esos elementos para obtener unos resultados particulares: sensación de calma, de energía, de bienestar… En este sentido cobra importancia el dominio de las tonalidades, ya que sus lienzos suelen centrarse en un registro cromático muy específico, variando sutilmente un mismo color.

Y es que un solo color se manifiesta de formas distintas según la cantidad de blanco y negro —luz y sombra— que se le añada. Jugando con estas variaciones, la artista construye planos y volúmenes a la vez que densifica la expresividad cromática. Uno de los recursos fundamentales para Espinet es el conocimiento de la psicología del color, que le permite profundizar en el vínculo entre color y emoción. Lejos de ser un ejercicio minimalista de monocromía, su obra requiere una paleta de recursos delicada para tejer el carácter de cada lienzo.

Su obra transita del lenguaje arquitectónico al pictórico, un desplazamiento que le permite más libertad creativa. En algunas colecciones, pone en cuestión la rigidez geométrica; de una imaginación arquitectónica pasa a la naturaleza flexible del textil, dando protagonismo al juego, a las imperfecciones y a la improvisación propia del proceso creativo. Espinet explora la radicalidad inherente a la curiosidad, asumiendo que todo lugar se distribuye improvisando, en una mezcla de anticipación y azar. No hay planificación que pueda prever cómo se inscribirá la vida en los espacios.

If anything allows us to understand a person’s character, it is their way of arranging the place they inhabit. In each canvas by Mariona Espinet, an artist based in Barcelona, ​​the viewer is invited to discover what it means to build a home. Espinet has always been professionally involved with architectural design, delving into the ability to create spaces that become houses. Painting allowed her to begin to investigate the intangible part of architecture, which has to do with the emotion that shapes, volumes and colours arouse.

The artist shows that abstract painting, just like architecture, tells us about surfaces that interact with each other, forming a representation of space through optical perspective. But while the architect or designer projects perspectives in situ, painting can escape these material limitations. A house is always on a contingent plane, which restricts the ability to channel specific emotions. Art, on the other hand, allows us to open up new possibilities that go beyond those of the physical world. She can deploy or condense the formal elements that the artist desires, generating radically harmonious spaces.

The artist establishes a wide range of shapes and colours that function as a vocabulary in her careful pictorial language. Her task as a painter, therefore, is to know perfectly the ways of combining these elements to obtain particular results: a feeling of calm, energy, well-being… In this sense, the mastery of tonalities becomes important, since her canvases usually focus on a very specific chromatic register, subtly varying the same colour.

And the fact is that a single colour manifests itself in different ways depending on the amount of black and white – light and shadow – that is added to it. Playing with these variations, the artist builds planes and volumes while densifying the chromatic expressiveness. One of the fundamental resources for Espinet is the knowledge of the psychology of colour, which allows her to delve deeper into the link between colour and emotion. Far from being a minimalist exercise in monochrome, her work requires a delicate palette of resources to weave the character of each canvas.

Her work moves from architectural to pictorial language, a shift that allows her more creative freedom. In some collections, she questions geometric rigidity; from an architectural imagination she moves to the flexible nature of textiles, giving prominence to play, imperfections and the improvisation inherent in the creative process. Espinet explores the radicality inherent in curiosity, assuming that every place is distributed by improvisation, in a mixture of anticipation and chance. There is no planning that can foresee how life will be inscribed in spaces.